¿Existe un criterio estricto para determinar los límites de la normalidad en Salud Mental?
En Psiquiatría existen guías con los protocolos para diagnosticar las enfermedades o los trastornos mentales.
A diferencia de otras ramas de la Medicina, estos criterios y protocolos son mucho menos estrictos (no tenemos pruebas complementarias objetivas e invariables) y están basados siempre en la valoración subjetiva del propio psiquiatra, que tiene que cuantificar la intensidad de los síntomas y el grado de sufrimiento que provocan, para determinar si estos procesos están dentro de los límites de la normalidad o pertenecen al terreno de la enfermedad y, por tanto, precisan ser tratados.
En la práctica clínica, el psiquiatra se ve obligado a diferenciar si los comportamientos y los pensamientos de la persona que tiene frente a sí son normales o no.
Es imprescindible tener un marco conceptual de lo que entendemos por normalidad.
El estado ideal de la normalidad sería el de disponer de una salud plena, es decir, mantener un estado de bienestar físico, mental y social completo.
La pérdida de la salud sería la enfermedad, que estaría fuera de los límites de la normalidad y precisaría de tratamiento.
Los límites de la normalidad deben encontrarse entre el estado de salud plena y la aparición de la enfermedad.
Estos límites son muy variables, teniendo en cuenta, además, que hoy día se buscan soluciones médicas a problemas de la vida cotidiana para los que antes se tenía una adecuada tolerancia.
Es una realidad que en nuestra sociedad actual ha disminuido drásticamente la tolerancia a las frustraciones, aumentándose de esta forma el campo de actuación de la Psiquiatría.
Vamos a poner un ejemplo práctico:
Una persona sufre el fallecimiento de un ser querido muy cercano.
Cómo es lógico aparece la pena y la tristeza.
Sin embargo, hay muchos factores que pueden influir en la intensidad de esta pena y de esta tristeza:
- El grado de parentesco con la persona fallecida.
- El hecho que sea un ascendiente o un descendiente: Estamos «configurados» para aceptar la muerte de nuestros mayores, pero no para los que vienen por detrás.
- Lo esperado o no de la muerte.
- La dependencia emocional, familiar, económica, social, vital, … que teníamos con la persona fallecida.
- Lo traumático de la muerte.
- La cronicidad en el devenir de la enfermedad que ha originado el deceso.
El proceso de malestar emocional que sentimos ante el fallecimiento de una persona cercana es lo que llamamos Duelo.
Clínicamente está establecido que este Duelo puede ser “normal” o “patológico”.
¿Cuál es el criterio que nos determina cuándo el duelo es patológico? ¿Dónde ponemos en este caso los límites de la normalidad?
Siempre se había considerado que el duelo era patológico si duraba más de 6 meses. Pero un duelo puede ser patológico cuando el malestar que provoca es muy intenso, independientemente de su duración.
La variabilidad en los duelos es “casi” fácil de entender. Aceptamos que hay personas que lo llevan mejor y otras que lo sufren de forma más traumática.
¿Qué ocurre en otras patologías que tienen que ver con la Salud Mental? ¿Dónde ponemos los límites de la normalidad?
¿Cuándo una persona con manías y supersticiones es catalogada como enferma de TOC?
¿Cuándo una persona con altibajos emocionales tiene un Trastorno Bipolar? ¿Cuándo sufre “simplemente” una Ciclotimia? ¿Cuándo altibajos emocionales sin más?
¿Cuándo una persona que siente malestar anímico durante su actividad laboral diremos que sufre un síndrome del trabajador quemado?
¿Cuándo una persona que come mucho en situaciones de tensión emocional tiene un trastorno de atracones? ¿Cuándo se corresponde con un trastorno de Ansiedad Bulímica?
¿En qué momento un control excesivo de la alimentación es una Anorexia nerviosa?
Y, en el día a día de la vida cotidiana, ¿Cuándo la tristeza se corresponde con una depresión? ¿Cuándo la inquietud es ansiedad?
¿Dónde están los límites de la normalidad en Salud Mental para poder empezar a tratar?
La forma de ser de la persona que sufre va a influir mucho a la hora de valorar si su malestar está dentro de lo normal o es patológico.
Una persona estoica, callada, sufridora, probablemente va a tolerar mejor, al menos en la expresión externa que es lo que los demás valoramos, cualquier malestar emocional.
Una persona más expresiva emocionalmente va a comunicar más estos sentimientos y va a aparentar una mayor patogenicidad por este malestar.
Pero ¿quién precisaría más ayuda y tratamiento, la persona que expresa o la persona que calla?
¿Quién sufre más?
¿Dónde están aquí los límites de la normalidad para considerar un proceso como patológico y para indicar un tratamiento?
Tenemos que aceptar que los límites de la normalidad en salud mental no están definidos con una línea estricta, que separa lo normal de lo patológico, como sucede en otras patologías orgánicas.
Estos límites van a estar muy influidos por el tipo de persona que sufre un malestar y la forma de expresión que tiene de estos síntomas.
También por el entorno donde se desarrolla este malestar y la tolerancia que se pueda tener al mismo, existiendo grandes variabilidades en los diferentes grupos de personas por razones sociales, culturales, étnicas, religiosas, …
Volvemos al ejemplo del duelo. En las diferentes culturas, en las diferentes etnias, en las diferentes regiones del planeta, la forma de entender el duelo (la forma de entender toda la vida) es muy variable y lo que “aquí” puede ser normal “allá” sería claramente patológico.