Criterios clínicos básicos para diagnosticar los diferentes tipos de Ansiedad y la Depresión
Muchas personas que vienen a mi consulta me indican que se encuentran mal, pero no saben si tienen ansiedad o depresión.
No tienen unos criterios claros para saber cómo diferenciar la ansiedad de la depresión.
Es cierto que muchos de los síntomas son comunes o muy parecidos y también que, en muchas ocasiones, ansiedad y depresión van unidas.
Pero existen diferencias claras entre los procesos de ansiedad y los procesos depresivos
Voy a exponer, a lo largo de este texto, los criterios clínicos básicos para que una persona sepa qué padece, Ansiedad o Depresión.
DEFINICIONES:
Ansiedad:
Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la Ansiedad se define como “Estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo” o (en una segunda acepción) como la “Angustia que suele acompañar a muchas enfermedades, en particular a ciertas neurosis, y que no permite sosiego a los enfermos”.
En el Tratado de Psiquiatría de Sadock, la ansiedad viene definida como “UNA SEÑAL DE ALERTA; advierte sobre peligro inminente y permite que una persona adopte medidas para enfrentar una amenaza”.
El miedo es una señal de alerta similar, pero es una respuesta a una amenaza conocida, externa, definida o no relacionada con un conflicto.
La ansiedad es una respuesta a una amenaza desconocida, interna, vaga o relacionada con un conflicto.
Depresión:
Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la Depresión, en su cuarta acepción es un “Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos”.
Según la Clasificación Internacional de las Enfermedades en su décima revisión (CIE 10), un enfermo padece una Depresión cuando sufre una pérdida de la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas, una disminución de su vitalidad que lleva a una reducción de su nivel de actividad y a un cansancio exagerado, que aparece incluso tras un esfuerzo mínimo.
Por tanto, un punto básico para saber si padecemos ansiedad o depresión es que la ANSIEDAD implica un estado de agitación y la DEPRESIÓN un estado de inhibición y decaimiento de la persona que la sufre.
Vamos a realizar una valoración de los criterios clínicos básicos para diagnosticar la Ansiedad y la Depresión, así como los diferentes subtipos de cada uno de estos procesos, para poder diferenciar si padecemos Ansiedad o Depresión y poder saber dónde encuadrarnos por los síntomas que padecemos.
Voy a tratar de realizar una descripción simple de los diferentes tipos de Ansiedad y de Depresión, así como los síntomas principales de cada proceso, con palabras sencillas y claras que nos permitan saber diferenciar cada uno de los procesos de una manera básica.
TRASTORNOS POR ANSIEDAD:
1- TRASTORNO POR ANSIEDAD GENERALIZADA
Es un estado de preocupación excesiva, que se produce de forma continuada durante muchos días.
Aparece relacionado con diversos sucesos o actividades (como por ejemplo en la actividad laboral o escolar).
La persona que la sufre no puede controlar esa preocupación.
Los síntomas principales son los siguientes:
- Inquietud, con sensación de estar atrapado y con nerviosismo continuado (“tener los nervios de punta”).
- Dificultad para la concentración y la atención
- Sensación de irritabilidad fácil. La persona con ansiedad se enfada por cuestiones mínimas e intrascendentes, de forma excesiva con relación a la causa que provoca el enfado. Suele conllevar posteriormente un gran sentimiento de culpa.
- Tensión muscular elevada en diferentes grupos musculares.
- Alteración del sueño, con dificultad, fundamentalmente, para conciliar el sueño, pero también con sueño inquieto o despertares frecuentes durante la noche, lo cual conlleva a una sensación de no haber descansado.
- Facilidad para fatigarse fácilmente.
- En muchas ocasiones la ansiedad causa malestar orgánico difuso, con especial frecuencia de cefaleas (de tipo tensional), alteraciones digestivas y taquicardias con opresión precordial. Estos síntomas provocan en el paciente la sensación de gravedad y temor al padecimiento de una enfermedad orgánica.
2- TRASTORNO DE PÁNICO
Es la aparición brusca y súbita de miedo y malestar intenso, con síntomas de aparición aguda, que se desarrolla, con intensidad máxima, en cuestión de minutos.
Son imprevisibles, lo que provoca un gran temor al paciente sobre su posible repetición.
Provocan una sensación de gravedad muy intensa, con miedo a morirse, a perder el control o a enloquecer.
Suele durar unos minutos, pero a veces dura más tiempo.
La aparición brusca y súbita de estos síntomas tan intensos se puede producir desde un estado de calma o desde un estado previo de ansiedad basal elevada.
Los síntomas principales, que orientan a su diagnóstico, son los siguientes:
- Aumento de la frecuencia cardíaca (taquicardia) y palpitaciones que se perciben como golpeteo del corazón.
- Temblor generalizado, con sensación de sacudidas.
- Sudoración
- Sensación de dificultad para respirar
- Sensación de ahogo
- Dolor u opresión precordial (en la región pectoral)
- Nauseas o malestar abdominal
- Inestabilidad o sensación de mareo
- Escalofríos
- Sensación de hormigueos o entumecimiento, sobre todo en brazos y piernas.
- Sensación de irrealidad (lo que se llama desrealización) o de estar fuera de su propio organismo (despersonalización)
- Miedo a perder el control o a volverse loco
- Miedo a morirse.
Estos ataques de pánico suelen conllevar posteriormente el temor o la preocupación a que se repitan.
Muchas veces esto conlleva que el paciente realice comportamientos destinados a evitar estos ataques, como dejar de hacer ejercicio, evitar las situaciones que implican el contacto con otras personas o evitar situaciones estresantes.
3- ANSIEDAD FÓBICA SIMPLE. FOBIA ESPECÍFICA
En este proceso la ansiedad aparece, de forma exclusiva o predominante, en ciertas situaciones muy bien definidas o ante objetos que, en sí mismos, no tienen que ser peligrosos.
Como consecuencia, estos objetos se evitan de forma específica o son afrontados con mucho temor.
La ansiedad fóbica (en cuanto a síntomas) no se diferencia de otros tipos de ansiedad.
Su gravedad puede variar desde una ligera intranquilidad hasta el terror o pánico.
Esta ansiedad no se alivia ni desaparece por saber que otras personas no consideran esta situación como amenazante o peligrosa.
Habitualmente sólo con imaginar la situación fóbica ya se genera una ansiedad anticipatoria.
En los niños el miedo y la ansiedad se pueden expresar con llanto, rabietas o quedar paralizados.
A menudo coexisten la ansiedad fóbica y la depresión, pero es muy necesario conocer los síntomas de cada uno de estos trastornos para poder saber si es ansiedad o depresión.
Pare establecer el diagnóstico de una ansiedad fóbica específica debemos cumplir los siguientes criterios:
- Miedo o ansiedad intensa a un objeto o a una situación específica, como pueden ser volar, alturas, tormentas, animales, ver sangre o tener que ponerse una inyección.
- El objeto o la situación fóbica suele provocar el miedo y la ansiedad de forma inmediata.
- Se provoca por parte del paciente una evitación del objeto o de la situación fóbica (o bien se mantiene una resistencia muy activa contra él).
- La ansiedad y el miedo son desproporcionados al peligro real que plantea el objeto o la situación fóbica (siempre valorando el contexto sociocultural en el que se pueda manejar la persona)
- El miedo, la ansiedad y el mecanismo de evitación son persistentes en el tiempo
- Puede provocarle a la persona que lo sufre un deterioro en su ámbito social, relacional o laboral.
4- AGORAFOBIA
La definición de agorafobia nos indica que es la “Fobia a los espacios abiertos, como plazas, avenidas, campo, etc.”
Sin embargo, en el término psiquiátrico de agorafobia se incluyen no sólo los temores a lugares abiertos, sino también otros relacionados con ellos, como temores a las multitudes y a la dificultad para poder escapar inmediatamente a un lugar seguro (por lo general el domicilio propio).
Aunque la intensidad de la ansiedad y la gravedad de la conducta de evitación son variables, este proceso suele ser el más incapacitante de todos los procesos de ansiedad o de los trastornos fóbicos, llegando, en algunas ocasiones, a que la persona tenga que quedar confinada en su casa.
Muchas personas sienten un gran temor a poder desmayarse o a quedarse solos y sin ayuda estando en lugares públicos.
Los miedos o la ansiedad intensa suelen aparecer en las siguientes situaciones:
- Transporte público (trenes, metro, aviones, barcos, autobuses o automóviles)
- Espacios abiertos (puentes, aparcamientos o mercados)
- Sitios cerrados (cines, teatros o tiendas)
- Estar en medio de una multitud o sitios que precisan estar en una cola.
- Estar solo fuera del domicilio propio.
La persona teme o evita estas situaciones descritas al pensar que escapar de allí podría ser difícil o no dispondría de ayuda en el caso de presentar síntomas incapacitantes. También a que los síntomas le afecten en el contacto social o a su imagen pública (miedo a caerse o a perder el control, miedo a la incontinencia de esfínteres, …).
Estas situaciones se evitan activamente o se realizan sólo con la presencia de un acompañante.
El miedo y la ansiedad que provocan es desproporcionado al peligro que plantea la situación.
Este temor se mantiene continuado en el tiempo y provoca en la persona que lo sufre un deterioro en su esfera social, laboral o relacional que afectan a su funcionamiento previo habitual.
La agorafobia se diagnostica de forma independiente a la existencia de trastornos de pánico, pero una persona puede presentar los dos procesos de forma conjunta.
Pincha aquí si quieres saber más de la Agorafobia
5- TRASTORNO DE ANSIEDAD SOCIAL (FOBIA SOCIAL)
Es un trastorno que suele comenzar en la adolescencia y que se caracteriza por el miedo a ser enjuiciado por otras personas.
Suele conllevar que la persona que lo padece evite situaciones sociales determinadas.
Algunas de las fobias sociales son restringidas a determinados ámbitos (por ejemplo, comer en público, hablar en público o encuentros con el sexo contrario), pero en otras ocasiones son difusas y abarcan casi todas las situaciones sociales que se producen fuera del círculo familiar cercano).
Las fobias sociales suelen acompañarse de una baja autoestima en la persona que la padece, lo que provoca un importante miedo a las críticas.
El mantenimiento de síntomas de fobia social puede provocar síntomas depresivos, pero también la depresión, que conlleva una pérdida de seguridad de la persona y baja autoestima, puede ser el origen de una fobia social secundaria.
Debemos conocer bien los síntomas y el origen de los mismos para saber si el proceso es de ansiedad o depresión y poder establecer el diagnóstico correcto.
En los casos más graves la conducta de evitación puede ser muy intensa y puede conllevar un aislamiento social casi absoluto.
Los síntomas más habituales de la ansiedad social y que implican en diagnóstico de este proceso son los siguientes:
- Miedo o ansiedad intensa a determinadas situaciones sociales en las que la persona está expuesto al posible examen por parte de otras personas. Ocurre por ejemplo al tener que mantener una conversación o tener que reunirse con personas extrañas, ante el hecho de ser observado (comiendo o bebiendo, por ejemplo) o ante tener que actuar delante de otras personas (dar una charla, examen, …)
- La persona que lo padece teme ser valorado negativamente por los demás y que se pueda sentir humillado o avergonzado.
- Las situaciones sociales le provocan miedo o ansiedad, por lo que se evitan o se muestra gran resistencia a realizarlas.
- El miedo o la ansiedad son desproporcionados a la amenaza real que plantea la situación social que se tiene que realizar.
- Este miedo y ansiedad, así como los mecanismos evitativos, son persistentes en el tiempo y pueden provocar limitaciones y deterioro en al ámbito social, relacional o laboral de la persona que lo padece.
Pincha aquí para acceder a un artículo específico sobre el Trastorno de ansiedad social.
6- TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO
El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) no está dentro, específicamente, del grupo de los Trastornos por Ansiedad, pero sí está muy relacionado. En la décima revisión de la clasificación internacional de los trastornos mentales y del comportamiento (CIE 10) tanto el TOC como los Trastornos por Ansiedad se encuentran englobados en el grupo de los Trastornos neuróticos secundarios a situaciones estresantes y somatomorfos.
En el TOC, aunque la base es una alteración en el pensamiento como ahora describiremos, los síntomas que aparecen son síntomas de ansiedad, aunque también pueden provocar una patología depresiva secundaria, por lo tanto, es un trastorno que debemos tener muy presente para saber si padecemos ansiedad o depresión.
La característica principal del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es la presencia de pensamientos obsesivos (obsesiones) o de actos compulsivos recurrentes (compulsiones).
Las Obsesiones son pensamientos, ideas, imágenes o impulsos mentales recurrentes y persistentes, intrusas y no deseadas.
Interrumpen una y otra vez la actividad mental de la persona, de forma repetitiva y estereotipada.
Suelen ser siempre desagradables, por su contenido violento u obsceno o porque son percibidos como carentes de sentido.
La persona que sufre estas obsesiones intenta, habitualmente sin éxito, resistirse a ellas.
A pesar de ser intrusas y no deseadas, las obsesiones con son percibidas como pensamientos, imágenes o impulsos propios, es decir están dentro de la naturaleza de la persona y suelen tener que ver con algo que potencial o hipotéticamente podría suceder.
El sujeto trata de suprimir o de ignorar estos pensamientos, imágenes o impulsos, tratando de neutralizarlos con algún otro pensamiento o acto, es decir, realizando una compulsión.
Las Compulsiones son comportamientos (como por ejemplo lavarse las manos, ordenar, comprobar las cosas, …) o actos mentales (como por ejemplo contar, rezar, repetir palabras en silencio y para sí mismo, …) repetitivos, que la persona realiza como respuesta a una obsesión, según unas reglas que tiene que aplicar de forma rígida.
Las compulsiones no son placenteras ni dan lugar a actividades útiles por sí mismas.
Para el enfermo tienen la función de prevenir algún hecho objetivamente improbable.
Son rituales que la persona realiza para conjurar que uno mismo reciba daño de alguien o que lo pueda provocar a otras personas.
Por lo tanto, el objetivo de estos comportamientos y actos mentales es prevenir o disminuir la ansiedad y el malestar, considerando que con ellos se evita algún suceso o alguna acción temida.
Sin embargo, las compulsiones (los comportamientos y los actos mentales) no están conectados de una manera realista con los destinados a prevenir o neutralizar el hecho que les agobia, o bien resultan claramente excesivos.
La persona que la sufre reconoce a la compulsión como carente de sentido o de eficacia y realiza reiterados intentos de resistirse a ella, pero en los casos de larga evolución esta resistencia puede haber quedado reducida a un nivel mínimo.
Las obsesiones y las compulsiones requieren de mucho tiempo (ocupan un importante tiempo que se resta de la actividad habitual de la persona) o causan un malestar importante en el individuo de forma que pueden provocar un importante deterioro de su actividad social, relacional o laboral
Siempre las obsesiones y las compulsiones conllevan un grado elevado de ansiedad en la persona que las sufre.
Pero además las personas con TOC tienen a menudo síntomas depresivos asociados, por lo que es muy importante conocer bien los síntomas de estos procesos para poder hacer un buen diagnóstico diferencial, saber si padecemos ansiedad o depresión y así orientar hacia el mejor tratamiento.
Para poder establecer el diagnóstico correcto de un TOC tienen que existir en el paciente obsesiones y/o compulsiones que generen malestar emocional durante la mayoría de los días y durante muchos días de forma continuada (al menos más de dos semanas sucesivas), con las siguientes características:
- Deben ser reconocidos como pensamientos, comportamientos o impulsos propios.
- Se presenta una resistencia ineficaz a estos pensamientos u actos
- La idea o la realización del acto no deben ser, en sí mismas, placenteras. El simple alivio de la tensión o la ansiedad que provocan no debe considerarse placentero.
- Deben ser reiterados y molestos.
Es muy frecuente que las obsesiones y las compulsiones coexistan (aparezcan juntas), pero según destaquen unas u otras podemos distinguir diferentes subtipos de TOC:
TOC con predominio de obsesiones.
Pueden tomar la forma de ideas, pensamientos, imágenes mentales o impulsos a actuar.
Por ejemplo, a la persona que la sufre le puede atormentar el temor a no poder resistir en algún momento el impulso de hacer daño a alguna persona querida.
O puede aparecer, de forma recurrente, una imagen mental obscena o blasfema que la persona considera ajena a sí mismo o a su forma de ser o pensar habitual.
A veces las ideas son muy simples y banales, pero giran en torno a una interminable consideración de alternativas sobre hechos concretos, que provocan la imposibilidad de tomar decisiones sobre situaciones muy triviales, pero que son necesarias para el desarrollo de la vida cotidiana.
TOC con predominio de compulsiones (rituales obsesivos)
La mayoría de estas compulsiones se relacionan con la limpieza (en particular el lavado de manos) o con comprobaciones repetidas de forma muy frecuente y reiterada, para asegurarse de que se ha evitado una situación potencialmente peligrosa.
Otras veces están relacionadas con la pulcritud y el orden.
La compulsión es un intento ineficaz o simbólico de conjurar un hipotético peligro.
Pueden ocupar muchas horas de cada día y suelen acompañarse de una marcada incapacidad de decisión provocando un gran enlentecimiento de las actividades vitales.
TOC con mezcla de obsesiones y compulsiones
Obsesiones y compulsiones son igualmente intensos. Es la forma más frecuente, pero es bueno precisar si hay predominio de las obsesiones o de las compulsiones para orientar mejor el tipo de tratamiento a seguir.
El aumento en el diagnóstico del Trastorno Obsesivo-Compulsivo fue exponencial desde el inicio de la pandemia Covid-19
El temor a padecer la enfermedad provocó, en un número elevadísimo de personas, la existencia de un pensamiento continuado y desmedido sobre la posibilidad de desarrollar la enfermedad Covid-19.
Paralelamente conllevó un aumento intenso de las compulsiones orientadas hacia la evitación del contagio, fundamentalmente con lavados de manos, excesivos en frecuencia e intensidad (utilizando incluso productos de limpieza de alta peligrosidad), así como mecanismos de evitación del contacto interpersonal.
Es un hecho que todos aumentamos estos pensamientos y estos actos durante la pandemia, por lo que en muchas ocasiones fue muy difícil establecer el límite entre lo normal y lo patológico.
Es primordial para el diagnóstico del TOC saber determinar cuándo un hábito o una costumbre se convierte en un trastorno que precisará ya de atención y tratamiento.
Para ello deberemos valorar la frecuencia con que se repite el pensamiento o la conducta, el tiempo que nos ocupa, la interferencia que provoca en el desarrollo de nuestra vida habitual y la intensidad del malestar (la ansiedad) que genera la no realización del acto compulsivo. Y siempre además ponerlo en el contexto de las circunstancias socioculturales en la que nos encontramos.
Pincha aquí si quieres acceder a un artículo específico sobre el TOC.
TRASTORNOS DEPRESIVOS:
Como vimos en el inicio del presente artículo, la depresión es un estado de inhibición y decaimiento del estado anímico.
Los síntomas que aparecen más frecuentemente en los trastornos depresivos son los siguientes:
1- Estado de ánimo deprimido
La persona se siente vacía, triste y sin esperanza.
Es un estado anímico que mantiene la mayor parte del día y casi todos los días
A veces son las personas de su entorno muy cercano las que han objetivado que el paciente está triste y lloroso.
En los niños y adolescentes el estado de ánimo objetivado es el de estar continuadamente irritable. Se caracteriza por expresar la depresión con una irritabilidad elevada hacia su entorno cercano.
2- Anhedonia, que es la disminución del interés por la realización de actividades con las que antes se disfrutaba o la sensación de no experimentar placer con esas actividades.
Esto debe ocurrir mayor parte del día y casi todos los días, de forma continuada.
La persona no es capaz de disfrutar con sus aficiones y sus gustos habituales, perdiendo interés por ellos.
Estos dos primeros síntomas son los más específicos y, al menos uno de ellos, debe aparecer siempre para establecer el diagnóstico de un trastorno depresivo mayor.
3- Alteración del apetito o del peso
Lo más habitual es que exista una pérdida importante de peso sin haber hecho una dieta voluntaria, asociada a una pérdida importante del apetito, con disminución del placer por comer.
Podría existir también un aumento de peso con aumento anómalo del apetito.
4- Alteración del sueño.
Lo habitual es que exista una pérdida de sueño continuada, pero también podría existir una tendencia a la hipersomnia.
La alteración del sueño más frecuente y típica de la depresión es el insomnio tardío. Este se caracteriza por un despertar muy precoz después de muy escasas horas de sueño, sin poder dormir más.
Ya habíamos visto que en la ansiedad también es muy habitual que exista una alteración del sueño. Sin embargo en la ansiedad es más frecuente que la dificultad sea para iniciar el sueño (insomnio de conciliación). Al contrario, en la depresión la persona se despierta pronto (después de muy pocas horas de sueño) y ya no se duerme más, es lo que se llama insomnio tardío.
Por lo tanto, el tipo de alteración del sueño también nos puede servir para saber si la persona padece ansiedad o depresión.
5- Enlentecimiento con retraso psicomotor.
La persona se siente lenta y muy parada.
Es percibido claramente por el paciente, pero también por las personas que le rodean.
6- Irritabilidad.
La persona se enfada muy fácilmente y ante causas poco importantes.
Ocurre más frecuentemente con las personas de su entorno cercano y luego conlleva una gran sensación de culpa.
Es un síntoma que aparece tanto en la ansiedad cómo en la depresión, por lo que tenemos que valorar el resto de síntomas que le acompañan.
7- Deseos frecuentes de llorar
Existe labilidad afectiva, encontrándose la persona más sensible y con tendencia al llanto fácil.
8- Pérdida de energía
Sensación continuada de cansancio ante esfuerzos mínimos, con sensación de no poder realizar las tareas habituales
9- Pérdida del interés sexual
Ausencia del deseo sexual habitual. Aparece asociado a la pérdida de experimentar placer.
10- Sentimientos de culpa
Sensación de sentirse inútil, con reproches o críticas continuadas hacia sí mismo.
11- Pérdida de la capacidad de concentrarse y de pensar.
Percepción de tener problemas de memoria, lo que provoca una gran dificultad para la toma de decisiones.
12- Pensamientos en torno a la muerte.
La persona puede presentar deseos de morirse o ideas de suicidio.
13- Empeoramiento matutino de los síntomas
Es frecuente que la persona que padece una depresión se encuentre peor a primera hora de la mañana. Le cuesta comenzar el día, siendo incapaz de realizar los proyectos que se había planteado iniciar desde el día anterior. A medida que avanza el día la persona puede encontrarse un poco mejor, y es fácil que el comienzo de la noche sea el mejor momento de las 24 horas del día.
Por el contrario, en la ansiedad los síntomas suelen aumentar a lo largo del día el horario de tarde y de noche es cuando los síntomas están más activos, con gran dificultad para la conciliación del sueño.
Este ritmo diferente de síntomas, según el horario de día o noche, puede servirnos también para ayudarnos a saber si la persona padece ansiedad o depresión.
Para el diagnóstico de una depresión la persona debe padecer varios de estos síntomas, pero, obligatoriamente debe tener al menos uno de los dos primeros descritos, es decir, un estado de ánimo triste o una pérdida de interés por lo que le rodea (anhedonia).
Los síntomas de deben mantener, de forma continuada, al menos durante dos semanas seguidas, y no haber sido causados por efecto de una sustancia o por alguna otra enfermedad médica (que pueda producir cansancio o apatía, por ejemplo).
Para saber más de la depresión, os dejo aquí un enlace a un artículo del Dr. Marc Planella, psiquiatra, que profundiza más específicamente sobre el Trastorno Depresivo.
¿Ansiedad o Depresión?
Con la descripción de síntomas que hemos realizado podemos tener una idea clara para poder realizar una valoración inicial del proceso clínico que padecemos y nos va a ayudar a poder saber si padecemos ansiedad o depresión.
Incluso vamos a poder orientarnos sobre el tipo específico de ansiedad que padecemos.
Pero sólo nos tiene que servir de referencia inicial.
Tiene que ser el Servicio Médico, bien nuestro Médico de Familia o nuestro Psiquiatra, quien realice el diagnóstico definitivo y quien nos indique el tratamiento más adecuado.
En todo caso, debemos estar alerta ante la aparición de estos síntomas para acudir pronto al Psiquiatra, porque un buen diagnóstico y un tratamiento precoz (diferenciando tratamiento para ansiedad o depresión) van a hacer que podamos conseguir una recuperación más rápida y completa del proceso.