No es agradable para un fumador activo leer cualquier artículo médico referente al tabaco, porque el lector sabe a qué conclusión se va a llegar: “El tabaco es malo para la salud”.
Este artículo lo que pretende es fundamentar esta afirmación para convencernos de la necesidad de dejar de fumar.
Extensión del hábito de fumar
Es llamativa la rápida expansión del hábito de fumar, a pesar de que el tabaco, a diferencia del alcohol, entró en la historia relativamente tarde.
Los marineros de Colón fueron los que aportaron a España las primeras noticias sobre el tabaco, siendo España el país que lo introdujo en Europa
Lo que ocurre es que se introdujo como planta medicinal que se utilizaba para ayudar a cicatrizar heridas, para migrañas, dolores de muelas y otras acciones.
El embajador francés en Lisboa, llamado Jean Nicot, que era aficionado a la Medicina, fue el que transmitió estas noticias a la corte francesa, donde se divulgó su uso.
Por otros caminos, sir Walter Raleigh introdujo su utilización en Inglaterra desde las colonias americanas.
En la Europa del siglo XVII había ya una gran cantidad de fumadores, generalmente de pipa, lo que exigía situarse cerca de un fuego. Las tertulias y los clubs de fumadores tenían como fondo la chimenea, acogedora, pero necesaria para iniciar la combustión del tabaco.
Durante el siglo XVIII se inventa un sistema especial para obtener el efecto del tabaco sin precisar quemarlo y, por tanto, sin depender de un fuego cercano. Se prepara el tabaco en forma de polvo fino que se aspira por la nariz («esnifar»): el rapé.
Durante el siglo XIX se inventan las cerillas y los encendedores.
Aparece entonces una nueva presentación del tabaco que son los cigarrillos. Están fabricados con pequeños trozos de la hoja de tabaco envueltos en papel fino que se queman y se aspiran.
Los grandes incrementos de consumo del tabaco se han encontrado ligados a guerras
En estas circunstancias se ha favorecido la implantación del hábito entre grandes masas de la población.
Primero fue, a mediados del XIX, con la guerra de Crimea (1853-1856), donde Inglaterra y Francia combatían a Rusia. Para entretener a los soldados se les envió tabaco en grandes cantidades. El hábito de liar el tabaco hacía estar entretenidos a los soldados. Comenzó así la adicción de un elevado número de jóvenes que, terminado el conflicto, volvieron a sus hogares con el hábito adquirido.
Lo mismo se repitió tras la primera guerra mundial (1914-1919). Gran parte de esta guerra se desarrolló en forma de «guerra de trincheras», con mucho tiempo de espera donde los soldados estaban encerrados en estas trincheras. Los combatientes de ambos bandos recibieron tabaco en gran cantidad.
La actitud de la sociedad en general era permisiva ya que entendía que el tabaco aliviaba tensiones y no tenía efectos nocivos, que en ese momento se desconocían. No se sabía aún que el tabaco es malo para la salud.
Tras el armisticio, los soldados siguieron fumando en sus casas, y por ello, curiosamente, fumar se convirtió en un atributo masculino, algo que los varones «habían ganado» luchando.
Estaba mal visto que las mujeres fumaran, porque ellas no habían combatido. Sólo las vampiresas del cine fumaban con larguísimas boquillas.
Los niños, para creerse mayores, también fumaban a escondidas.
Con la segunda Guerra Mundial (1939-1945) de nuevo los varones dejan sus puestos de trabajo para incorporarse al ejército, mientras la mujer deja su casa y ocupa los puestos vacantes en fábricas y empresas. Pero en estos puestos ya se fumaba, y ahora es la mujer la que se incorpora masivamente al mundo del tabaco.
Al acabar la guerra, ambos sexos se encuentran igualados en cuanto a hábito de fumar.
Ya no hay reticencias hacia la mujer fumadora y, es más, se ve que la mujer es un nuevo consumidor que puede preferir productos especiales, por lo que constituye un nuevo campo de atención para las compañías fabricantes de tabaco.
En la actualidad nos encontramos con un mundo de fumadores que mueve enormes intereses económicos. Es difícil emitir juicios objetivos y sin carga emocional, pero la Medicina tiene unas conclusión muy clara: el tabaco es malo para la salud.
Hay que explicar las razones.
Los motivos del fumador para seguir fumando
¿Por qué se fuma?
Podemos decir que, básicamente, por tres razones distintas:
- Por buscar el efecto de la nicotina
- Por buscar un gusto y un aroma
- Por ciertas actitudes o hábitos psicológicos que se concretan en el hecho de fumar
1 – Efecto de la nicotina
El fumador busca, necesita, el efecto de la nicotina en un organismo ya habituado a esta sustancia. Es por la dependencia que ha generado.
La nicotina tiene un comportamiento peculiar ya que es una sustancia excitante.
Sin embargo, en el organismo del fumador se comporta como un sedante.
Sí, la nicotina, farmacológicamente, es una sustancia excitante.
Cuando la persona fuma por primera vez puede presentar náuseas, sudor frío, taquicardia, postración general, como efecto de excitabilidad al organismo.
Sin embargo, en cuanto el cuerpo se habitúa (lo que, además, ocurre muy rápidamente) el propio cuerpo estima que lo normal es tener cierta cantidad de nicotina en la sangre.
Es precisamente la falta de nicotina la que le crea un estado de intranquilidad o desasosiego que sólo calmará cuando aporte al organismo la nicotina que le falta.
El organismo se relaja al fumar porque rompe la abstinencia a la nicotina.
Pero que esta situación no nos confunda, el tabaco es malo para la salud.
La nicotina penetra en el organismo con el humo del tabaco. Pasa a la sangre y se elimina por los riñones.
Para mantener el nivel de nicotina al que el fumador se encuentra habituado hay que fumar periódicamente; de no hacerlo así, este nivel decrece.
Por ello el fumador sufre en las circunstancias en que no puede fumar. Por eso también el cigarrillo que mejor sienta es el que se fuma a primera hora de la mañana, cuando después de haber dormido siete u ocho horas (sin haber fumado), el organismo se encuentra en un nivel más bajo de nicotina en sangre, y la reclama rápidamente.
La nicotina, por sí misma, no es perjudicial desde el punto de vista sanitario.
Sólo en personas con problemas circulatorios periféricos puede acentuar este malestar, pero en la generalidad de la población y a las dosis proporcionadas por el consumo habitual, la nicotina no tiene fuertes efectos negativos.
Lo malo es que la nicotina debe vehicularse por el humo del tabaco, y el humo tiene otros componentes que, éstos sí, tienen un efecto patológico muy concreto. Por esto el tabaco es malo para la salud.
2 – El fumador busca el placer del gusto y del aroma del tabaco
Además del efecto fisiológico por la dependencia a la nicotina, el fumador busca en el tabaco un gusto y un aroma.
El gusto parte de las papilas gustativas de la lengua y el aroma procede del efecto del humo del tabaco sobre los corpúsculos olfatorios de las fosas nasales.
En general, existe un gran acostumbramiento tanto al gusto como al aroma, de modo que lo normal es ser adicto a un cierto tipo o incluso marca de tabaco. Por ello la introducción de cualquier otro sabor supone un fuerte planteamiento publicitario para romper la barrera de la costumbre.
3 – Actitudes y hábitos que contribuyen al mantenimiento del consumo de tabaco
Existen en el hábito de fumar una serie de automatismos que vienen a servir de descarga psicológica y que integran un conjunto de gestos que nos son habituales.
En el fumador de cigarrillos es el juego con el pitillo, la mecánica gestual del encendedor, el manejo del cigarrillo mientras se habla o se trabaja.
En el fumador de pipa adquiere la categoría de un verdadero ritual, con los utensilios especiales para su limpieza, la colocación cuidadosa de la mezcla, su compresión, el mantenimiento de la combustión.
También prender bien un puro exige una técnica depurada: cortar el extremo, ir quemando con el puro inclinado para caldear la capa…
Por eso, por esa ayuda psicológica de gestos bien conocidos y mil veces repetidos, se dice que el tabaco ayuda en todas las ocasiones y que para el fumador habituado cualquier motivo es ocasión de fumar: una alegría, una tristeza, la necesidad de concentración o unos instantes de relajación y sosiego.
Aspectos médicos del tabaco
El humo del tabaco vehicula una enorme cantidad de sustancias, pero desde el punto de vista médico podemos establecer cuatro grupos importantes: la nicotina, el monóxido y dióxido de carbono, los aldehídos y ácidos irritantes y los alquitranes.
La nicotina constituye la “fuerza” del tabaco, buscada por el fumador. Es la sustancia que provoca la adicción y la dependencia.
Excepto en personas predispuestas, no produce ninguna patología especial.
Lo mismo ocurre con el dióxido de carbono desprendido en la combustión (C02), y, hasta cierto punto, con el monóxido de carbono (CO) que, aunque en mayor cantidad puede ser tóxico, en las concentraciones en que está presente en el humo del tabaco no presenta ningún efecto patológico.
Los aldehídos y ácidos irritantes son un conjunto complejo de sustancias que tienen un efecto irritante sobre la mucosa respiratoria, produciendo la inflamación de diversos tramos de esta mucosa y causando laringitis, faringitis o bronquitis. Su problema fundamental es la persistencia del irritante, que hace que su efecto se cronifique y conduzca al ciclo bronquitis crónica-enfisema-insuficiencia respiratoria, procesos clínicos que pueden ser muy invalidantes.
Finalmente, con el término alquitranes englobamos un conjunto de sustancias procedentes de la destilación del tabaco, y que presentan efecto cancerígeno, en especial en el pulmón (bronquios), pero también en otras muchas localizaciones (laringe, boca, intestino grueso, esófago o riñón).
Este efecto está claramente demostrado por informes médicos rigurosos, que convierten al tabaco, no sólo en un agente promotor de numerosas enfermedades, sino, a consecuencia de ellos, en un agente que produce acortamiento de la vida.
Conclusión: El tabaco es malo para la salud
Acortamiento de la vida por el hábito de fumar
El tabaco es malo para la salud y el tabaco acorta la vida.
¿Cuánto la acorta?
Hay que distinguir entre dos tipos de fumadores: el de puro o pipa y el de cigarrillos.
Hemos dicho que el fumador busca el efecto fisiológico de la nicotina, la “fuerza” del tabaco.
Para ello la nicotina debe penetrar en la sangre.
Pues bien, la nicotina contenida en el puro y en el tabaco de pipa, por su curado especial, se absorbe directamente en la boca, en especial en el plexo venoso sublingual. Por eso en este tipo de tabaco no es preciso “tragarse” el humo (en realidad, inhalarlo, haciéndolo pasar a los pulmones) para obtener el efecto fisiológico de la nicotina.
Por el contrario, el tabaco del cigarrillo se ha tratado de modo especial para que mantenga su combustión de modo continuado, como se ve claramente, pues el cigarrillo dejado en reposo (sin inhalaciones) continúa su combustión de modo autónomo.
En este proceso, la nicotina ha tomado otra forma química (estado de sal ácida) por la que no se disuelve en la boca, sino que el humo debe inhalarse hasta los pulmones para que, a través de ellos, pase la nicotina a la sangre.
En esta inhalación el fumador debe aportar a los pulmones todo el contenido del humo, es decir, que junto a la nicotina vehicula los otros componentes peligrosos que antes hemos mencionado y que de esta forma producen su variada patología desde la bronquitis crónica y el enfisema hasta el cáncer.
Sanitariamente es mucho mejor fumar puros o en pipa que fumar cigarrillos
Los cálculos realizados sobre el acortamiento de la vida al fumar se refieren específicamente al consumo de cigarrillos.
De la comparación estadística de la duración de la vida de grupos similares de fumadores y de no fumadores se puede deducir que cada cigarrillo fumado acorta la vida unos cinco minutos.
Para un fumador de dos paquetes diarios supone unos cincuenta días por año, lo que, a su vez, y considerando un período de treinta años, supone un acortamiento vital de unos cuatro años.
Pero no sólo queremos longitud de vida, sino calidad de vida. El tabaco es malo para la salud y con sus efectos directos provocados sobre todo por los alquitranes y por los aldehídos, proporciona una vida de mala calidad, por lo que se deben hacer todos los esfuerzos posibles para conseguir dejar de fumar.
Consejos sanitarios para conseguir dejar de fumar o disminuir los riesgos del tabaco
Debemos tener en cuenta que existen dos tipos de fumadores:
Los que realmente precisan el efecto orgánico del tabaco, porque tienen dependencia a la nicotina.
Los fumadores sociales, que se han introducido en el hábito de fumar porque facilita relaciones, entrevistas, negocios, etc. Estos últimos pueden abandonar más fácilmente el hábito de fumar que los que tienen una dependencia establecida.