El Trastorno Bipolar es un proceso poco conocido, aunque todos hemos oído hablar de él.
Muchas personas me preguntan si tal o cual familiar puede tener un Trastorno Bipolar porque parece que tiene dos personalidades distintas, una en el ámbito familiar y otra fuera de este entorno familiar (en la vida de relación social). Es lógico el error por eso del “Bi” polar y las “dos” formas de ser que se describen, pero son procesos que no tienen nada que ver el uno con el otro.
El Trastorno Bipolar es también frecuentemente confundido con el Trastorno del control de impulsos, en el que las personas realizan frecuentes conductas sin recapacitar y sin valorar las consecuencias de las mismas (conductas impulsivas), pero son procesos muy diferentes.
Para realizar el diagnóstico de Trastorno BIPOLAR, también llamado antes Trastorno Maníaco-Depresivo, es NECESARIO que la persona que lo padece haya sufrido, al menos, un episodio maníaco y algún episodio de depresión mayor.
Los dos polos del Trastorno Bipolar son la Depresión y la Manía. La persona pasa de una fase expansiva total (manía o episodio hipomaníaco) a una fase de decaimiento global (episodio depresivo mayor), o viceversa.
Lo primero que tenemos que hacer entonces, para entender qué es el Trastorno Bipolar, es explicar qué es un episodio maníaco y qué es un episodio de depresión mayor.
EPISODIO MANÍACO del Trastorno Bipolar
Objetivamos que la persona que lo sufre tiene un estado de ánimo persistentemente elevado de forma anormal. Se encuentra expansivo o irritable, con un aumento continuado de la actividad o de la energía.
Este período dura, como mínimo, una semana y está presente la mayor parte del día durante todos esos días.
Existe un cambio notorio del comportamiento habitual de la persona, presentando alguno de los siguientes síntomas:
– Aumento de la autoestima o sentimiento de grandeza
– Disminución de la necesidad de dormir, sintiéndose descansado después de un tiempo mínimo de sueño, con ganas de levantarse para seguir realizando actividades
– Se encuentra más hablador de lo habitual (verborrea)
– Los pensamientos le fluyen a gran velocidad, con fuga de ideas. Comenta todo lo que le pasa por la cabeza.
– Facilidad enorme para la distracción, con cambios bruscos de actividad o de conversación ante estímulos externos mínimos.
– Aumento de actividad, que puede estar dirigida a un objetivo concreto (social, laboral, relacional, sexual, …) o no dirigida a ningún objetivo (agitación psicomotriz).
– Realización de actividades que pueden tener consecuencias perjudiciales para las personas, pero para las que no es capaz de ver el peligro, como compras desenfrenadas, juergas, indiscreciones sexuales o inversiones imprudentes de dinero.
Esta alteración anímica es suficientemente grave para provocar un deterioro importante en el funcionamiento normal de la persona a nivel social, familiar, relacional o laboral.
La persona que sufre este episodio maníaco no tiene conciencia de enfermedad, es decir, no sabe que está enfermo. Muy al contrario, él se encuentra mejor que nunca, por lo que es muy difícil que vaya a pedir ayuda, que además rechaza, siendo la petición de consulta, tratamiento o ingreso hospitalario, realizada por los familiares, que son los que sufren su cambio de conducta y las consecuencias de sus actos.
La presencia de un episodio maníaco en una persona determina el diagnóstico de Trastorno Bipolar, siempre que esta sintomatología no pueda atribuirse directamente a los efectos de una sustancia que se haya ingerido (droga o medicamento) o a una enfermedad orgánica (habitualmente neurológica) concreta, que provoque la aparición de estos síntomas.
En muchas ocasiones precisa de la hospitalización para evitar un daño a sí mismo o a otras personas.
EPISODIO DE DEPRESIÓN MAYOR del Trastorno Bipolar
Para establecer el diagnóstico de un episodio depresivo mayor, la persona que lo sufre tiene que haber presentado, durante un periodo de al menos dos semanas, una disminución (depresión) del estado anímico o una perdida de interés o de placer por lo que le rodea, de forma continuada y casi constante durante todos los días de ese periodo de tiempo.
Los síntomas principales del episodio de depresión mayor son los siguientes:
– Estado de ánimo bajo (deprimido) la mayor parte del día y todos los días. La persona se siente triste, vacía o sin esperanza. La información de este malestar la expresa directamente el paciente o es contada por sus personas cercanas. En los niños y los adolescentes, en muchas ocasiones, el estado de ánimo principal es irritable (irritabilidad constante).
– Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día y todos los días.
– Alteración del apetito. Puede existir una pérdida importante de peso (sin estar mediatizada por estar haciendo una dieta) o bien un aumento de peso. La modificación del peso (al alza o a la baja) es de más del 5% en un mes.
– Alteración del sueño. Puede haber insomnio nocturno (más frecuentemente con un despertar precoz después de dormir escaso tiempo), pero también puede existir en el episodio depresivo mayor del trastorno bipolar una hipersomnia durante el día (tendencia a estar somnoliento durante todo el día).
– Puede presentar agitación o, al contrario, retraso psicomotor. Es decir, la persona puede presentar una sensación continuada de inquietud o, al contrario, una sensación mantenida de enlentecimiento motor. Pueden aparecer ambas situaciones en diferentes momentos del día.
– Fatiga o pérdida de energía durante la mayor parte del día.
– Sentimientos de inutilidad o de culpa, que son excesivos e inapropiados. Son más importantes que la sensación del autorreproche por estar enfermos. Es una sensación de inutilidad para todo y una sensación de culpa por todas las situaciones vitales previas o por la sensación de ausencia de futuro.
– Disminución de la capacidad para pensar o para concentrarse, lo que lleva a una gran incapacidad para tomar decisiones y a un sentimiento de incertidumbre constante.
– Pensamientos frecuentes y recurrentes en torno a la muerte, con miedo a morir, pero igualmente con ideas de muerte como salida.
Estos síntomas, en el episodio depresivo mayor del trastorno bipolar, son importantes y causan a la persona que lo padece un importante deterioro para el mantenimiento de actividades de vida social, familiar, relacional o laboral mientras están presentes.
Al igual que indicábamos en el episodio maníaco, estos síntomas no pueden ser atribuibles a los efectos fisiológicos de una sustancia o de una enfermedad médica que provoque un deterioro físico y funcional de la persona.
Que al episodio depresivo se le llame “mayor” no se corresponde con la intensidad clínica sino con el hecho de ser un proceso interno de la persona, endógeno que llamamos también. Es decir, no es una depresión reactiva o secundaria a un hecho externo que cause malestar en la persona. Por tanto, esta depresión mayor del Trastorno Bipolar no tiene causa alguna externa que la genere.
Tenemos que entender que el Trastorno Bipolar es un proceso importante que precisa de un seguimiento continuado y cercano por los equipos de Salud Mental
En la fase depresiva el paciente se encuentra muy mal y pide ayuda para solucionar su gran malestar, pero en la fase maníaca no se siente para nada enfermo, rechazando cualquier tipo de “ayuda” que cree que no necesita.
Difícilmente un paciente que se encuentre en fase maníaca va a querer acudir al psiquiatra ni acceder a ningún servicio de salud.
Es por esto que los pacientes con este diagnóstico, según mi criterio clínico y mi experiencia profesional, deben mantener seguimiento y control desde el Equipo de Salud Mental Comunitario de la Seguridad Social (en nuestro caso del Servicio Andaluz de Salud), porque precisa para su control de un equipo multifuncional que incluya psiquiatra, psicólogo, personal de enfermería, personal auxiliar en psiquiatría y servicio de asistencia social, así como la posibilidad de acceder a una historia clínica actualizada en los centros de salud y servicios de urgencias a los que pudiese acudir el paciente, para que pueda facilitarse su atención continuada y su ingreso hospitalario en Unidades de Agudos de Salud Mental si así fuera preciso.
El erróneo test del Litio para el diagnóstico del Trastorno Bipolar
El diagnóstico del Trastorno Bipolar es, como casi todos los trastornos psiquiátricos, puramente clínico.
Existe, sin embargo, la falsa creencia, muy extendida incluso entre el personal sanitario, que la Litemia (la cantidad de litio que tenemos en nuestra sangre) nos determina si padecemos o no un Trastorno Bipolar.
Se piensa que si no tenemos Litio en sangre es que padecemos o tenemos predisposición de padecer un Trastorno Bipolar, pero eso es totalmente falso.
¿En qué se basa esta falsa creencia?
Se basa en el hecho de que el Litio es uno de los tratamientos que se usa para en el Trastorno Bipolar. Es frecuente indicar comprimidos de 400 mg de Litio (cuyo nombre comercial en España es Plenur) a estos pacientes.
Una vez iniciado este tratamiento por el paciente, debemos realizar controles frecuentes del nivel del Litio en sangre (Litemia) porque para que se eficaz debe estar entre 0,6 y 1,2 mEq/L.
Por debajo de 0,6 mEq/L es escasamente eficaz, pero tenemos que evitar que pase de 1,2 mEq/L porque la toxicidad del Litio es muy elevada, pudiendo provocar daño neurológico, renal y cardiovascular.
Es por esto que los pacientes diagnosticados de Trastorno Bipolar que toman Litio requieren de continuados controles analíticos para determinar la litemia, pero sólo para controlar que los valores que tiene indicados de Litio están dentro de lo límites de la adecuada respuesta y sin riesgo de toxicidad.
Sin embargo, este hecho de determinar el Litio ha provocado la confusión de pensar que es una prueba diagnóstica, cuando es una prueba de control del tratamiento en un paciente ya diagnosticado.
Para entenderlo mejor, determinar la litemia es como determinar el alcohol en sangre. Si no has consumido alcohol nunca será positivo, al igual que el litio en sangre será siempre negativo si no has tomado Plenur (sales de Litio).